Encuentro demasiadas veces, y sobre
todo en los grupos literarios de las redes sociales, la pregunta ¿Cómo escribo una novela? ¿Qué tengo
que hacer…?
Y yo me pregunto: ¿realmente existe
un método? Personalmente solo conozco uno. Y es el de sentarse y escribir,
escribir sin parar. Ya llegará el momento de corregir, de tirar a la papelera
lo que no nos guste. Algunos dicen que es bueno llevar una pequeña libreta en
la chaqueta para anotar una idea que de repente viene a la cabeza. Incluso en
la escuela de cine en la que estuve estudiando durante dos años nos dijeron
también que era bueno llevar la susodicha libreta. Anotar todo lo que nos
viniese a la cabeza en cualquier momento. Pero sobre la famosa libreta solo
tengo que decir una pequeña cosa: y es que quien realmente lleve en la sangre
el ser escritor/a no necesita libreta. Los ojos…la mente…el corazón…del
escritor/a están en alerta las veinticuatro horas del día. Cuando paseamos por
la calle, cuando entramos en la estación de autobuses, en el andén del metro…
el sueño que tenemos…todo lo que ocurre a nuestro alrededor lo captamos. Lo
vemos con los ojos y el corazón del escritor/a. El mundo se ve distinto.
La mujer que habla con su hijo al
que lleva de la mano. El abuelo dando de comer a las palomas en el parque. La
pareja de enamorados. El ladronzuelo que dobla la esquina tras un pequeño hurto
del que nadie se ha percatado. Todo eso queda en nuestra mente. No necesitamos
ir con la libreta. Porque lo que hemos visto, oído, se queda grabado a fuego en
nuestro interior.
El peligro de la libreta es que
puedes apuntar miles de palabras, y perder la esencia como yo digo. Y llamo “la
esencia” a lo que sentimos en el momento de ver a ese abuelo, a la madre, al
taxista, a la pareja de enamorados. Lo que nuestro corazón siente, lo que
nuestra alma nos dice que eso puede “servir” y nos lleva a retenerlo dentro.
Una libreta solo retiene anotaciones, palabras sueltas. Que creemos que nos
servirán, y entonces involuntariamente desviamos la mente hacia otro lado,
confiados en que por tenerlo anotado tendrá, por ejemplo diez días después
cuando lo leamos, el mismo significado que cuando ocurrió.
Por eso no quiero la libreta. Me
fio de mi mente. En mi mente se guardan las historias y las sensaciones
producidas en ese momento.
Y mientras en nuestro interior se
va guardando todo lo que percibimos a nuestro alrededor, la lucecita la chispa
que enciende todo lo que algún día puede llegar a ser un relato, una novela o
un guion cinematográfico está apagada.
No llego a entender realmente qué
momento, qué cosa o como se llame, hace que esa luz se nos encienda dentro de
nosotros. Y me explico. Siempre pongo de ejemplo como nació “Una historia Más”
mi primera novela, y que publiqué hace unos meses. De esto hace ya pues unos
quince años si no algo más. Trabajaba por aquel entonces en una tapicería (mi
oficio es tapicero) y los sábados por la mañana trabajábamos hasta las dos de
la tarde. Sobre todo los fines de semana los ocupaba en escribir, tenía
entonces entre manos una historia de aventuras y fantasía que poco a poco iba
cogiendo cuerpo. No tenía entonces ordenador y siempre escribía a mano en
cuadernos grandes. Antes de entrar a trabajar, quería tomar café. Al pasar a
una cafetería cercana me pareció ver a una chica que conocí años atrás. La
observé mientras me acercaba a la barra. Pero no se trataba de quien yo creía
que era.
La cosa es que aquel fugaz momento,
lo que sentí al verla y creer que era otra persona, se quedó grabado en mi
mente. A lo largo del día con el trabajo se olvidó (o creía que se había
olvidado) Pero mi mente ya estaba trabajando. Algunos días después empecé a
escribir en un cuaderno nuevo. Al principio eran frases sueltas, folios sueltos
sin saber exactamente hacia donde me encaminaba. Pero en aquel momento en la
cafetería había saltado la chispa. La maquinaría ya estaba en marcha. Ya no
había marcha atrás. No me hizo falta ninguna libreta.
Y después solo escribir. Buscar un
sitio donde nos encontremos a gusto, seguros. Porque ese sitio será como
nuestra fortaleza en la que nadie pueda entrar. Solo osaran entrar aquellos de
que nuestra mente broten de manera violenta, exigiendo vida propia. Mucha
disciplina, exigencia con nosotros mismos. Las horas que sean necesarias frente
a la pantalla del ordenador. Un escritor necesita escribir. Leer mucho, no
parar de leer. Pero sobre todo escribir. Hoy día es muy raro encontrar a
alguien que no tenga ordenador. El sonido de las teclas al escribir es la
sangre del escritor/a corriendo por sus venas.
Nada de preguntar a la gente,
aunque sean familiares: ¿Qué te parece mi relato? ¿Tengo que cambiar algo? ¿Os
gusta? ¿Qué me podéis decir?
Esas preguntas fuera. Porque para
gustos los colores. Un escritor/a escribe primero para uno mismo. Para
sentirnos bien, tranquilos, para mostrar lo que llevamos dentro. No se puede
escribir buscando lectores fijos o intentar contentar a todo el mundo,
sencillamente porque eso es imposible.
También es cierto que hacer algún
curso o acudir a un taller de creación literaria nunca viene mal. Pero esos
cursos no servirán para que una persona salga de ellos siendo escritor. Si no
más bien para que el escritor salga del curso siendo consciente de unas pautas
a seguir, unas reglas que inconscientemente tenemos que seguir a la hora de
escribir. A continuación muestro un enlace donde puedes descargarte un curso
gratuito.
No quiero acabar esta entrada con
un típico final. Creo que el tema de la pregunta con el que empezaba ¿Cómo
escribo una novela? es tan intenso que podríamos continuar horas y horas
escribiendo. En estas pocas líneas solo he querido mostrar lo que me viene a la
cabeza cada vez que leo esa pregunta o alguna similar en redes sociales y
grupos de escritores y aficionados a la escritura.